viernes, 2 de enero de 2009

Cerro encendido

Quedaba poco para la medianoche y desde esa terraza se podía ver cómo el sol desaparecía tras el cerro, plagado de casas minúsculas y de colores. Pues, claro, se vio cómo el sol las iluminaba y cómo, lentamente, éste fue desapareciendo. De un momento a otro, pequeños focos comienzan a prender el cerro. Luces que cabían en el sorbo de vino que entraba al esófago. Dulce el vinito ese, se pone así cuando es mezclado con el azúcar y el melón que lo contiene.
Y había una frase que decía "En el horizonte de mi mente se ha escondido el sol", frase que era quemada en una aspiración del cigarrillo que descansaba en el cenicero. Desde el interior, canciones que entremezclaban a Quila, Inti, Pink Floyd, los Beatles y hasta el Puma Rodríguez.
El cerro ya estaba en llamas y las diminutas micros desaparecían en sus caminos. Quizás lo que anhelaban era llegar al sol, ese que se estaba escondiendo, ese que desaparecía para dar paso a la noche, la noche que confunde cuerpos y distorsiona mentes, esa noche que sabe a juerga y a viejos porteños. Esos viejos que "saben de la vida". Y también esa noche de la mujer porteña, esa que no duda un instante en "dejar limpio" a un tipo que le había robado el celular. Porque la mujer porteña sabe de golpes y de marcas de "la vida".
No deja de sonar: "En el horizonte de mi mente se ha escondido el sol". Frase jodida, frase molesta.
Y los últimos barcos salen, mientras el faro anuncia que es por allí donde deben seguir....

Insisto, jodida letra de jodida canción.

1 comentario:

Fabián Buelvas dijo...

Si, tremenda frase. Aunque parece que todo fue una bella experiencia. Rico leerte, un abrazo.