miércoles, 27 de junio de 2012

Árbol

¿Qué tienen los árboles? Me pregunto yo, que se enraízan a la tierra y extienden sus plegarias al cielo.
Se enraízan como ese amasijo de células que se anidan en el útero, ávidas de vida, deseosas de respirar

¿Qué piden los árboles? ¿Pedirán por nosotros? No lo creo.
¿Qué me quieren decir los árboles? ¿Quizás enseñarme esas otras realidades?
Hay un mundo, un mundo desconocido. Ese del cual un ciego nos puede contar en detalle. El mundo cuando el imperio de la vista ha sido derribado.
Ese mundo configurado por espacios, el espacio del silencio, el instante en que las yemas de nuestros dedos se tocan, el suspiro que se pierde, el espacio de las ausencias.
No lo conozco, pero me he aproximado.

Y dejo de tener límites
Y dejo de tener límites
Y dejo de tener límites

 Lo único claro que tengo es que esa noche escuché mis propios pasos. Y por cada paso que daba, el silencio se impregnaba en mi piel.
¿Han escuchado sus propios pasos?
 Deberían…

martes, 15 de mayo de 2012

El momento de mayor lucidez que tuve fue a los 6 años Y lo digo con orgullo Aún no caía en mis espaldas el peso de este mundo Este mundo que no entiendo A los 6 años veía mis manos, sin comprender de quiénes eran Hoy, pequeña del pasado, todavía no lo se Todavía no lo se.

miércoles, 7 de enero de 2009

Crónicas del no-baño

¿Se han percatado que, cuando uno necesita con vital urgencia un baño, estos desaparecen?

El asunto es el siguiente. Después de compartir unas cuantas cervezas en algún local de alguna parte de alguna ciudad, es la hora de partir. No porque la conversación no estuviera lo suficientemente amena ni porque la compañía no haya sido grata. Era hora de partir antes de quedar varada en el sitio. Y, contemplando las calles de manera confusa, sintiendo que los pies flotaban ante cada paso, se caminó presurosamente en busca de esa estación que encamina al "hogar". En esa ciudad las luces bailaban, un par de punkies estaban en franco filitreo y algunos buses de distinta numeración daba cuenta que la estación era, en ese momento, la única opción válida.

Se llega al metro, se sube al carro y, de pronto, ¡Mierda, estoy que me hago! Tamaño descubrimiento digno de cualquier científico había sido tarde: se estaba sobre el carro, puertas cerradas y faltaban unas cuantas estaciones para dar recién con la combinación. Jodida combinación que iba a llevar hacia un paradero donde recién se tomaría la micro para llegar a la casa. Y, así como toda la gente, comienzo a odiar a Zamorano: ¿Acaso a él no le darán ganas de mear en pleno metro? Pobre Zamorano, el cristiano no tiene nada que ver con lo intrincado del transporte público, pero aún así la gente lo ha odiado por ser el futbolista que le ha hecho propaganda al sistemita este. Bueno, pero el asunto es que la vejiga estaba que reventaba y estaba en al menos 8 estaciones para lograr dar con un baño. ¿Por qué no hay baño en el metro? ¿Habrán pensado poner baños alguna vez? ¿Nos considerarán a los usuarios, acaso, seres humanos que, de vez en cuando, se nos llena la vejiga y tenemos que evacuar? Pero bueno, el metro no tiene la culpa que mi "serendípite" haya sido en él, el asuntito puede considerarse como una sorpresa desagradable más.

Pasaban las estaciones y me daba cuenta que las ganas aumentaban: ¿Siempre se demora tanto el metro? ¿O la percepción de dicho tiempo estaba siendo distorcionada por la necesidad? Luego de 8 estaciones, llego a la combinación, ¡Mierda, me toca caminar! Se respira hondo y se camina por los largos pasillos de la estación subterránea a pasitos cortos, buscando al mejor manera de retener esa fuga de líquido que ya se hacía inminente. Se llega al andén, se ve que hay un carro, no se mueve, no viene, ¿Por qué cresta no viene? De pronto, prende las luces y comienza a hacerse visible en el andén. La alegría duró solo unos instantes, ya que luego el letrero electrónico "Fuera de servicio" destruyó toda ilusión que llegaría prontamente a un baño. ¡Fuera de servicio! ¡¿Por qué los carros se echan a perder justo cuando uno necesita un baño?! Se respiró profundo, se comenzó a menear suavecito el cuerpo, buscando alguna manera de distraer la mente centrada en que ya no se podía aguantar más. El segundo carro tardó en demorarse, siendo cada minuto más crítico. Y aquí es donde uno comienza a crear en ese huevón de "Murphy". Nunca antes un carro se había demorado tanto en partir de la estación.

Dos estaciones, sólo dos estaciones. Concluidas estas, escaleras y escaleras, donde cada movimiento se tornaba riesgoso. Una vez en la superficie, se tuvo la imagen que, en ese momento, era la más maravillosa en años: una estación de servicio. Y, como bólido, me dirijo a ella, abro la puerta, no miro a nadie, subo al segundo piso, detecto que una familia se dio vuelta a mirarme, no vacilé y ahi estaba, ese hermoso letrero que dice "Baño de clientes". Yo no era cliente de la estación de servicio, pero sí era cliente del baño, lo cual claramente me daba pleno derecho a entrar a él.

Lo que sucedió después fueron los minutos más placenteros: ni un festín ni una "buena cacha" podían compararse con el placer de haber encontrado, por fin, un baño. De lo que sucedió después da igual, me subí a la micro con una sonrisa en la cara, jurándome que para la próxima vez me daría cuenta antes que el cuerpo pedía baño.

viernes, 2 de enero de 2009

Cerro encendido

Quedaba poco para la medianoche y desde esa terraza se podía ver cómo el sol desaparecía tras el cerro, plagado de casas minúsculas y de colores. Pues, claro, se vio cómo el sol las iluminaba y cómo, lentamente, éste fue desapareciendo. De un momento a otro, pequeños focos comienzan a prender el cerro. Luces que cabían en el sorbo de vino que entraba al esófago. Dulce el vinito ese, se pone así cuando es mezclado con el azúcar y el melón que lo contiene.
Y había una frase que decía "En el horizonte de mi mente se ha escondido el sol", frase que era quemada en una aspiración del cigarrillo que descansaba en el cenicero. Desde el interior, canciones que entremezclaban a Quila, Inti, Pink Floyd, los Beatles y hasta el Puma Rodríguez.
El cerro ya estaba en llamas y las diminutas micros desaparecían en sus caminos. Quizás lo que anhelaban era llegar al sol, ese que se estaba escondiendo, ese que desaparecía para dar paso a la noche, la noche que confunde cuerpos y distorsiona mentes, esa noche que sabe a juerga y a viejos porteños. Esos viejos que "saben de la vida". Y también esa noche de la mujer porteña, esa que no duda un instante en "dejar limpio" a un tipo que le había robado el celular. Porque la mujer porteña sabe de golpes y de marcas de "la vida".
No deja de sonar: "En el horizonte de mi mente se ha escondido el sol". Frase jodida, frase molesta.
Y los últimos barcos salen, mientras el faro anuncia que es por allí donde deben seguir....

Insisto, jodida letra de jodida canción.